martes, 6 de enero de 2015

Sin saber por qué,le di un puñetazo

Bailar con la más fea

Sin saber por qué, le di un puñetazo al tipo más grande del local. El alcohol corría por mis venas como en la canción del odioso Ramoncín. Golpeé repetidas veces la cara de aquel soplapollas y me empalmé imaginando el contraataque.Necesitaba sentir algo más que la nada,algo más que el vacío emocional al que me habían condenado las pastillas del psiquiatra.


Fantasma

Sin saber por qué, le di un puñetazo al osito de peluche y a todo lo que representaba.A mi niñez manchada,al hospital en el que me encerraron,a la madre ausente,a la profesora que me etiquetó de perdedora,a los compañeros que me señalaban con el dedo, a todas esas horas regurgitando mi vida junto a mis miserias por la taza del váter.Me puse los tacones y salí de casa.Una vez más.Como siempre. 

 Julio

Sin saber por qué, le di un puñetazo a la pared desnuda.La pintura blanca saltó a la par que mis nudillos empezaban a sangrar.Esperé a que mi padre entrará en la habitación para recordarme el dineral que se había dejado en reformar el piso.Pero no lo hizo.Ya nunca lo haría.Ojalá lo hiciera.Vuelve. 

Reflejo

Sin saber por qué,le di un puñetazo al tío de detrás del espejo.Se lo merecía.Jodido miserable.Ese no podía ser yo. 


Jamás

Sin saber por qué,le di un puñetazo pero no fue el último que le propiné aquella mañana. Cuando me cansé de golpearla decidí estrellarla contra el suelo.Se quedó ahí,completamente rota.Recorrí la habitación para dejarme caer en mi sillón favorito. Un cigarro, ron y repetir. Ella seguía destrozada en el suelo.En silencio. Al tercer vaso empecé a pensar sobre los motivos que me habían llevado a ensañarme. Al quinto lo comprendí. Eso  habría hecho Lenny Kravitz al comprobar que su guitarra jamás tendría el alma de Hendrix. 

Cobarde

Sin saber por qué le di un puñetazo a la mesa. Cogí el abrigo que me había regalado Claudia y me acerqué al bote de galletas. Respiré hondo y releí la etiqueta "Para nuestra boda". No reculé. Metí la mano y saqué un billete de veinte. Claudia me miraba incrédula. Me lancé a la calle de un portazo. Entré en el primer bar, olía a decadencia y pedí una cerveza.Por primera vez en mucho tiempo probé el amargo sabor de la libertad.Era todo lo que necesitaba antes de agachar la cabeza."Le debes veinte euros al bote. "apuntó la voz de Claudia en mi cabeza.

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