miércoles, 4 de febrero de 2015

Un blues para el hombre gris


Dejo caer la toalla y me observo en el espejo.

¿Quién es ese tipo con cara de idiota?

No me reconozco. La piel flácida me tapa la polla. Tengo los ojos tristes y caídos. Ni rastro del joven vigoroso que había sido.

Los mordiscos en el hombro que me dejaron los dientes de la chica que ayer llevé a su casa y no tenía dinero para abonarme la carrera siguen ahí.

Espero que Clara no los vea.

¿Por qué iba a verlos si ya no recuerdo la última vez que me miró?

Extraño la boca de Clara, sus tetas caídas,su entrepierna húmeda y palpitante, mataría por beber de su coño y ahogarme.

Soy un cerdo por aprovecharme de aquella niñita rubia entrada en carnes. La puse a cuatro patas después de los mordiscos. La tía buscaba mi boca para darle un falso sentimentalismo. Yo quería algo rápido, sucio. Cobrar lo mío.

No quise ni verle la cara mientras se la metía .No soportaba ver que no era Clara.Sólo un viejo follando con una cría de dieciocho añitos. La muerte intercambiando fluidos con la vida.

Se me empalma y consigo vérmela. Me la agarro con firmeza. Arriba y abajo.Arriba y abajo hasta que escupe.

Me pajeo pensando en las tetas de Clara, en el pelo de la chica de ayer, en mi juventud perdida,en todos los jodidos viejos del planeta para los que el sexo es un recuerdo.

Me corro y me meto en la ducha.












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