jueves, 22 de enero de 2015

Mia&Mia



E, quizás esto te parezca una broma cruel. Quizás estoy faltando a la verdad y esto es fruto de mis vagos recuerdos sobre aquella época. Quizás es pura manipulación de mi cerebro. Ayer te busqué en Facebook, parece que aprendiste a ser feliz,tienes un hijo(se parece a ti),  y eso acalla todas las voces que me han gritado alguna vez  que ayudé a destruirte. Si algún día, por lo que sea me lees, que sepas que soy feliz,estoy bien,nunca te he odiado(no podría,no sería justo,ni verdad).No me destruiste. No hay más fantasmas, no hay reproches.

Extraño tus rizos pero, no eras buena para mi y yo no era buena para ti. Ahora lo entiendo aunque no me consuele. 


                 *              *                *                  *                   *                     *                 *

Acariciaba su cabello con mi mano, mientras impedía que se le fuera hacía delante. Mia nunca quería que se le mancharan esos rizos salvajes que cubrían su cabeza. Eran lo único que realmente le gustaban de ella.

Otra arcada acompañada del desayuno y el sonido de la cisterna eran nuestra banda sonora.

-Creo que ya estoy limpia,-me dijo con una sonrisa en los labios.-te toca.

Me arrodillé. Separé los labios y metí los dedos.

Aunque mi pelo era bastante más corto no le impidió retirarlo de mis mejillas con ternura.

-Hay una chica del hospital que consigue vomitar sin meterse los dedos,-comentó, ahogando el sonido que hacía mi garganta. Mia no soportaba escuchar vomitar a los demás.- deberíamos decirle que nos enseñe.

Asentí. No quería perder demasiado tiempo. Nuestras madres nos cronometraban desde la mesa de la cafetería. Miré el fondo de la taza, deshechos y sangre. Me asusté.

-Mia...he vomitado sangre...

-¿Es la primera vez?

Asentí avergonzada.

-Tranquila, la primera vez siempre asusta. Es algo normal.

Nos lavamos las manos con el agua extremadamente caliente casi hirviendo, nos enjabonamos y aclaramos siete veces. Ni una más ni una menos.Eran nuestras tradiciones.

Habíamos adoptado manías la una de la otra y ya no sabía diferenciar las suyas de las mías.

-La chica que mencionaste antes...¿Mónica?

Mia siempre llevaba un frasquito de spray bucal para tapar el olor a drama. Abrí la boca y me lo echó, después ella. Siempre el mismo ritual desde que compartimos habitación en la Maternitat.

-Ajá, ¿le digo de quedar?

-Vale.

Abandonamos nuestro santuario,caminamos hacía la mesa bajo la mirada interrogativa de nuestras madres. Mi madre inquisidora, desconfiada, la suya relajada de que yo cuidara de su hija.

-Había mucha gente,-se anticipó Mia a las preguntas de ambas.-tranquilas, nos vigilamos mutuamente.


Esa era nuestra manera de cuidarnos, de querernos,no sabíamos hacerlo de otro modo.

Para nosotras que ya nos daban por muertas eso era amistad.









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